Übersetzen oder nicht übersetzen, das ist hier die Frage

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Hoy quiero hablar de la ética profesional (y sí, parto de la idea de que todos la tenemos y la aplicamos). No me refiero al código deontológico de un determinado oficio, sino a nuestros propios valores y creencias que puedan/deban condicionar nuestra labor profesional.

En mi trabajo de traductor e intérprete me enfrento a encargos de diversa índole que, en su inmensa mayoría, son inofensivos o poco o nada conflictivos. Sin embargo, de vez en cuando se presenta algún encargo que puede ir en contra de mis propios intereses o principios. La cuestión es si, al traducir un texto dudoso desde mi propio punto de vista, automáticamente apruebo su contenido. Yo creo que sí, hasta cierto punto, porque, si como los traductores literarios reivindicamos que traducir una obra nos convierte en co-autores/creadores de la versión traducida, también deberíamos asumir la parte de responsabilidad que nos corresponde. Por lo tanto, deberíamos valorar las consecuencias de nuestra traducción y, por consiguiente, también si puede conllevar un conflicto moral frente a nuestras creencias y convicciones.

Voy a contaros algunos ejemplos de encargos que me han hecho dudar y la decisión que he tomado en cada caso:

No como carne, pero hago traducciones esporádicas para una empresa que fabrica máquinas para picar carne. Evidentemente, con ello no mato animales ni creo contribuir a ello en modo alguno. Traducir los manuales de estas máquinas me resulta una labor poco agradable, por el carácter técnico e ilustrativo de los textos, pero no me crea ningún conflicto. En cambio, no traduciría nunca un anuncio de la industria cárnica para invitar a la población a consumir más carne…

He aquí otro ejemplo: Hace poco me tocó traducir el programa y eslogan electorales de un partido político que nunca en la vida votaría. Aunque leer las promesas me hizo reír, en ningún momento tenía la sensación de contribuir a una causa totalmente opuesta a la mía. Otra cosa sería traducir injurias o infamaciones de un partido contra otros o, por ejemplo, un llamamiento a la violencia. Igualmente, nunca traduciría nada de partidos o agrupaciones antidemocráticos o dedicados a actividades que violen los derechos humanos u animales.

Y con esto ya llegamos al tercer ejemplo de un encargo que sí rechacé por ir en contra de mi ética. Querían que tradujera un texto que realzaba la “belleza” de las corridas de toros con todo lujo de detalles, y, como anti-taurino que soy, no pude hacer otra cosa que comentarle al cliente que no podía ocuparme de esta traducción. Fue una agencia de traducción que, evidentemente, no tuvo problemas en recurrir a otro traductor. Por supuesto, sería ingenuo creer que puedo cambiar algo con rechazar este encargo, pero, por lo menos, me quedé con la conciencia tranquila. Y, quién sabe, igual no siempre se aplica lo de “si no lo haces tú, lo hará otro”, sino que puede haber más traductores que se nieguen igualmente y contribuyan a que el texto no llegue a traducirse (tan fácilmente).

Está claro que el rechazar o no un encargo depende mucho de la distancia que guardamos con nuestro trabajo y de si éste, en general, encaja con nuestra ética personal y muy subjetiva. Y por supuesto también de si estamos en la posición (financiera) de poder rechazarlo. Aunque pueda parecer una chorrada, yo me siento mejor al aplicar cierta coherencia entre mis creencias individuales y me actividad profesional.

Saber que una traducción pueda servir a fines ilegales sería otro motivo para rechazarla. Pero claro, no siempre sabemos con qué finalidad se usan los textos que pasan por nuestras manos. Si, por ejemplo, me dieran a traducir un manual para fabricar un artefacto explosivo, probablemente no sabría nunca si se usa en algún espectáculo, alguna explotación minera o para cometer un atentado. Ya sé, es un caso extremo, pero no por ello imposible.

Hace unos años me llamaron para una interpretación. Habían venido unos señores de Alemania para ver la documentación presentada por una empresa competidora española en un concurso al que los alemanes también se querían presentar. Aparte de hacerme traducir oralmente las partes “interesantes” de los pliegos, también tuve que ayudarles a fotocopiar el material crucial. Hasta hoy tengo mis dudas sobre si eso era legal o no, pero ni si quiera el organismo oficial donde consultaron y copiaron los documentos puso pegas, así que yo también me callé…

¿Y vosotros? ¿Tenéis libertad para rechazar prácticas o trabajos que consideráis poco éticos o inmorales? ¿O es que os parece ingenuo este dilema en un mundo laboral competitivo que deja poco lugar a cuestiones éticas?

6 Comentarios

  1. yo estoy totalmente deacuerdo con tu decision, ya que, pienso, todos deberiamos tener unos valores en la vida personal y profesional y que sean uno (que no hayan contradicciones) ya que eso es lo que te hace estar bien contigo mismo, por eso rechazar trabajos que no casen con tu etica me parece muy loable. Yo hubiera obrado igual. En mi trabajo nos ceñimos a un codigo odeontologico muy extricto, ya que no puede haber ni la minima duda que nuestras acciones son siempre para interes del paciente y no para el medico, cosa que la industria farmaceutica (ya sabras por Marta) tiene fama de ser bastante corrupta (de ahi la limpieza de cara a la sociedad), pero este codigo me viene impuesto y yo, como estoy deacuerdo, cumplo sin dudar (si no me echan a la calle..), asi que no tengo mucho margen. El problema lo tendran quien su puesto de trabajo le oblige en ocasiones a hacer cosas en contra de su etica. Me paso cuando vendia seguros que me obligaron a vender uno que me parecia una estafa, por supuesto no vendi ni uno, ni me esforce….

    • Gracias, Mónica. Está claro que nos sentimos bien cuando actuamos de acuerdo con nuestro propio código ético (que puede coincidir o no con el que aplica nuestro jefe). A mí me parece loable que encontraras la manera de no vender un producto que no te parecía ético, a pesar de trabajar por cuenta ajena. Eso sí es un reto y no lo que hago yo, ya que para un autónomo siempre es más fácil rechazar un trabajo dudoso…

  2. Hola André:

    Me parece muy interesante lo que comentas. Personalmente, intento separar mi vida personal de mi vida profesional e intento ser lo más neutral que puedo en mi trabajo (luego, por supuesto, tengo mi propia opinión de todo). Sin embargo, estoy de acuerdo en que si me contratasen para algo con fines ilegales o poco éticos y fuese consciente de ello, rechazaría el encargo.

    También a mí me ocurrió algo parecido cuando era estudiante: me ofrecieron trabajar como promotora en un estanco. El trabajo consistía en ofrecer muestras gratuitas de tabaco a los clientes que entrasen en el establecimiento. Desde luego mis convicciones morales me impidieron aceptarlo; no habría podido hacerlo sino que más bien me habría dedicado a intentar convencer a los clientes de que dejaran de fumar por su propio bien.

    En el caso de la traducción no estoy segura de hasta qué punto afecta nuestro trabajo a las consecuencias que pueda tener la publicación de ese texto pero si hasta los médicos pueden ser objetores de conciencia, ¿por qué no íbamos a serlo los traductores?

    Un abrazo.

  3. Yo aplico la ética profesional siempre, tengo que vivir conmigo misma todos los días y me gusta dormir bien.

    Trabajo en una multinacional de transportes y he rechazado envíos porque no me parecían ni éticos, algunos ni siquiera legales, no acepto envíos de armas, ni de trofeos de caza, tampoco quiero cargas de deshechos a países del tercer mundo, que cada uno elimine su basura como pueda, no me gustan los embarques de reactivos infectados con vete a saber que virus “para investigación” y en cambio he aceptado, y seguiré haciéndolo, ayuda humanitaria a varios países, sin cobrar por ello.

    He tenido que dar más de una explicación, he tenido discusiones con los jefes, pero al final, y eso es lo bueno de trabajar en un mismo campo durante 26 años, se aceptan mis razonamientos y mis convicciones – y si eso no sirve, sirva el hecho de que pertenezco a gerencia jeje – lo digo yo y punto 😀 (ojalá fuese tan fácil siempre…)

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