El dilema del alemol

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Ya sé, en realidad ya me despedí deseándoos felices vacaciones, pero, dadas las circunstancias, no me puedo ir así como así. Aquí estoy todavía esperando a que nazcan mis hijos, mientras mi patria adoptiva se desmorona a todos los niveles: despidos masivos; unas tasas de desempleo récord; subidas de impuestos; recortes en personal, medios y sueldos; corrupción; desahucios; una desesperanza y miedo al futuro generales… y no se vislumbra el final. ¿Qué siento? Pues una sensación agridulce: una alegría inmensa por la inminente llegada de mis retoños, y una tristeza profunda por su futuro. La perspectiva de que reciban una educación deficiente, unos servicios de salud muy básicos y la lección de que el civismo y la honestidad no son más que obstáculos en el camino hacia un éxito fácil y rápido, hace que me sienta muy incómodo en un país que, en el fondo, considero mi hogar. Y es que ser alemol no es solo una marca, sino también y sobre todo‒ un sentimiento. Yo no me identifico al 100% con los “cabezas cuadrados germanos” ni con los “españoles ebrios de orgullo”. Soy algo entre medias, por lo que parece que no me puedo o debo meter con unos ni con otros, pero ya no me vale mantenerme al margen. Se escribe, critica y ridiculiza mucho estos días acerca de la crisis. Pero nada es tan blanco o negro como parece: Alemania es y no es la mandona de Europa e impulsora de una dictadura financiera. Y España es y no es el vago de Europa, dejando siempre para mañana lo que debería hacer hoy. Ambos países me encantan y, a la vez, me avergüenzan porque muestran su cara más fea en esta crisis, que, lejos de unirlos en busca de una solución conjunta, abre una brecha cada vez más grande. Y en medio, hay gente como yo obligados a tomar posición. ¿Quién soy? Ante todo una persona honrada y trabajadora, que lleva desde los 15 años trabajando (desde los 18 cotizando en un país u otro) y desde hace 10 años de autónomo que paga siempre religiosamente sus impuestos. Así que no toleraré que me digan que haya vivido por encima de mis posibilidades, que mis derechos sean en realidad privilegios revocables, y que mis hijos vayan a tener menos derechos y más obligaciones nada más nacer. No lo permitiré…

Lo siento, estos días no estoy para bromas. Si habéis entrado en el blog para divertiros, os invito a echar un vistazo al archivo del blog…

18 Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo contigo. Yo tampoco he vivido por encima de mis posibilidades y no consiento tampoco que vengan una panda de chorizos mentirosos a decirmelo. Yo no me cambié de casa cuando prácticamente el banco te las regalaba, ni me compré un todoterreno, ni llevé a mis hijas a colegios caros…. INDIGNADO YA ES POCO!!!

  2. al 100% de acuerdo contigo, André. Lo duro es “luchar” contra estas injusticias cuando sabes que siempre has cumplido y no has hecho nada mal(o). Pero cada vez que veo a mis dos pitufos jugar y oigo como ríen, sé que vale la pena levantarse y decir “dass werde ich nicht zulassen” saludos una Alemola ……

  3. Lo primero ENHORABUENA (ya sabes porqué) . Si necesitas saber algo sobre el número 2 no dudes en preguntar o pedir ayuda 🙂
    Lo siguiente: leo lo que escribes y siento pena por lo que está ocurriendo, pero (llamadme obstinada) quiero y necesito seguir luchando. Y para mí luchar es levantarme día a día seguir haciendo las cosas lo mejor que puedo, seguir trabajando para superarme personal y profesionalmente y que mis hijas aprendan valores, como a mí me enseñaron mis padres.
    Ya sé que no es mucho pero con pequeñas acciones podemos conseguir mucho.
    Nos tenemos que REINVENTAR.
    Para mí crisis es sinónimo de cambio, pues cambiemos entonces… y los políticos … qué decir de los políticos…
    Un saludo

  4. ¡Hola!
    He leído tu posteo y me parece muy claro y emotivo. Soy de Costa Rica en Centro América, de padre alemán y puedo decirte lo siguiente. En 1999 cuando Alemania enfrentaba problemas de dinero debido a los grandes costos de la reunificación el Goethe Institut aquí en CR por orden del gobierno alemán cerró sus puertas porque, precisamente lo primero es apretarse la faja. El Goethe era famoso por sus presentaciones culturales y artísticas (algo necesario para estrechar lasos entre naciones) y se lamentó mucho por parte del público esa decisión. En contraposición la AECI (la agencia española de cooperación internacional) y sus centro cultural aquí en CR, también muy importante en la escena cultural, hasta hace solo unos meses, se daba el lujo de despilfarrar fondos españoles (imagino de origen alemán) en vernissages (con botellas de vino y ricos bocadillos) cada nueva presentación de libro o inauguración de exposición de arte, (y acordémonos que esto es así también en cada país de Hispano América). Esto me imagino no lo saben todos los españoles, pero, y los cooperantes (españoles en servicio en la agencia y el centro) ¿pensaban que eso estaba bien? Imagino que creyeron que Alemania (o la UE) seguiría financiando ese despilfarro, pues es su socia. Ahora que todo este despilfarro no puede continuar (Alemania ya no lo financiará) se enojan vociferan y culpan a la socia porque se ha puesto dura. La diferencia entre Alemania y España es de mentalidad. Unos pensaron en el futuro (pues ya saben lo que es quedarse sin nada) y la otra no, lamentable. Yo pienso que Alemania esta haciendo lo correcto. Los sucios están en casa, España, y son españoles. Lo positivo de la crisis, es que de ahora en adelante los españoles tenderán a pensar mejor que es lo importante en la vida y necesario en realidad, y podrán hacer un cambio sustancial en su forma de ser, pensando en su futuro y en el de sus hijos, y no en hacerse ricos en dos patadas.

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