Hablar es plata

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Una de las ventajas de ganarse la vida con los idiomas es la gran variedad de ámbitos de trabajo. Ya escribí sobre eso en alguna ocasión y, a veces, comento que, entre los muchos encargos más bien poco excitantes, se presentan tareas realmente interesantes y variadas. Ayer, después de mucho tiempo, pude volver hacer una locución, esta vez prestando mi voz para un fragmento corto de un documental. Al mismo tiempo, tuve la ocasión de conocer al creador de las esculturas ubicadas en Valencia y conocidas como “La Pantera Rosa” y “El Parotet”. Fue cosa de poco tiempo y bastante menos espectacular de lo que pueda parecer: no me habían enviado el texto (página y media) con antelación, así que me lo leí en voz alta in situ, para comprobar que no contenía trabalenguas o cualquier expresión que me hiciera tropezar al hablar. Y, enseguida, me puse al micro. A través de los auriculares estuve en contacto con el coordinador de la producción y con el artista. Primero me ponían cada pasaje en castellano, que después tenía que locutar en alemán mientras escuchaba el enunciado en castellano muy bajo como referencia. Uno o dos lapsus, una acentuación errónea y un ruido de respiración demasiado fuerte me obligaron a repetir alguna frase, pero, tras unos 20 minutos, ya había terminado.

Ahora vuelvo a estar ocupado con la traducción de un certificado de seguro… ¡aburrido! Pero bueno, así es mi día a día como traductor: entre cincuenta encargos normales destaca uno realmente entretenido. Está claro que no se puede vivir solo de traducciones de cómics y de locuciones…

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