Lectura forzada

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Si alguna ventaja tienen las enfermedades “menores” como resfriados o virus gastrointestinales (o ambos a la vez, como en mi caso estos días), es que reorganizas tu tiempo alrededor de unas actividades básicas: comer (lo justo), beber (menos de lo que debía), dormir (más de lo que debía), ver la tele y leer. Como tenía la sensación de que la basura televisiva empeoraba a mi malestar general, aproveché mi sesión maratoniana en el sofá para acabar el libro que tenía entre manos: Las marismas, de Arnaldur Indriðason. Lo cierto es que me gustó y me enganchó, igual que el primer libro que había leído del célebre autor islandés, La voz. Las marismas con el inspector Erlendur como protagonista recibió el premio como mejor novela policíaca escandinava del año 2002, pero a mí me defraudó un poco. La trama y los personajes están bien elaborados y el ambiente es sombrío, como corresponde a una novela negra, pero creo que, en esta ocasión, ha fallado la traducción alemana que me pareció algo monótona y repetitiva en sus expresiones. Claro, sin conocer el original, es fácil culpar al traductor (como también soy traductor, sé de lo que hablo), pero el lenguaje usado de Las marismas no me pareció a la altura de la otra novela citada, a pesar de tratarse de la misma traductora, Coletta Bürling. En fin, hasta que no vuelva a leer el libro (si es que lo haré), nunca sabré si la culpa de mi pequeña decepción se debe a Indriðason, a Bürling o a la gastroenteritis…

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