Cultura de la telefonía

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“Diga” o “Dígame” son de las primeras palabras que uno aprende en las clases de conversación en castellano. A los alemanes, al principio, nos suena un poco brusco, ya que estamos acostumbrados a decir nuestro apellido al coger el teléfono, para que la persona que llama sepa con quien está hablando. En España, nadie se presenta al coger una llamada, y lo más habitual es decir simplemente “¿sí?”. Es ahora cuando los llamadores educados se presentan, mientras los demás preguntan “¿quién eres/es?”, algo que me sigue irritando incluso tras año viviendo en España. A menudo contesto con voz de pocos amigos: “¿quién eres /es usted? porque yo no he llamado…”. Esto suele ser el caso con las llamadas de teleoperadores/comerciales, quienes, con una voz hiper-amable, me preguntan por mi nombre, mi proveedor de telefonía/internet, mi talla de pie, el pH de mi orina y otros datos de interés. Mi número de oficina es también el de mi casa, por lo que se entremezclan llamadas de familiares, clientes, comerciales y amigos. Por eso, a mí también me resulta más fácil recurrir siempre al monosilábico “¿sí?”, aunque intento cambiar a una fórmula menos fría, cuando aparece un prefijo alemán en pantalla.

Como ya llevo bastantes años en España, conozco mejor las costumbres de aquí en cuanto a la “cultura” del móvil. Una de ellas es que mucha gente que llama pregunta primero “¿dónde estás?”. De esta forma, el móvil se convierte en una especie de sistema de localización. Pero tiene muchas más funciones: los adolescentes lo aprovechan para un revival de los boomboxes/ghettoblasters de los años 80, aunque no lo llevan en el hombro, sino en la mano, claro, y nos alegran el día con lo último de Lady Gaga y Rihanna. Algunos faroleros sujetan el móvil a modo de dictáfono, usando la función de altavoz para hacer partícipe a su entorno de su conversión super-importante. Algo similar pasa con los usuarios de móvil que gritan como si se tratara de un teléfono hecho de vasos de yogur. Suelen ser los mismos que gesticulan con mucha vehemencia al hablar por teléfono, aunque seguro que sus “vasos de yogur” no permiten una videoconferencia. Puede que esta gente siga pensando en un eslogan viejo de Movistar: “mucho más que hablar”…

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