Esta semana he ido al médico (una visita rutinaria) y, entre otras cosas, me preguntó por mi trabajo, por si se trataba de una actividad de riesgo. Cuando le dije que era traductor e intérprete, me contestó: “Bah, eso no tiene ningún peligro.” Y yo pensé: “¿pero qué sabe éste?”. Lo cierto es que nuestra actividad alberga un sinfín de riesgos para nuestra integridad física y psíquica de los que quiero enumerar solo unos pocos, para que el mundo sepa todo lo peligroso que es traducir e interpretar:
- Muchas empresas intermediarias no nos piden tarifas sino intentan directamente imponernos las suyas, que, por desgracia, suelen ser más bien para morirse de risa.
- El que acepta tarifas por debajo de la media del mercado, comete un suicidio profesional a medio o largo plazo, ya que cava su propia tumba.
- Hay clientes que nos marean con su afán de regatear tarifas y plazos. Tanto, que recibir correos o llamadas de ciertas personas nos provoca auténtico pánico.
- Los textos que nos envían para traducir, en ocasiones, están plagados de errores e incomprensibles y nos vuelven locos.
- Conseguir que los clientes cumplan el plazo de pago puede ser un auténtico dolor de cabeza.
- Tener que tratar con morosos, nos tiene muy quemados.
- Pagar la seguridad social y los impuestos, renovar o mantener nuestro equipo informático y adquirir programas especializados nos puede costar un huevo, un ojo de la cara o un riñón.
- Interpretar temas técnicos significa, a menudo, enfrentarnos con rompecabezas y trabalenguas.
- Los plazos de entrega suelen ser de infarto, y nos partimos los huevos/ovarios para llegar a tiempo.
- Los que creen que no somos más que diccionarios andantes nos ponen enfermos.
- Que consideren nuestro trabajo fácil o que lo menosprecien, nos duele en el alma…
Está claro que los traductores e intérpretes nos enfrentamos a peligros dignos de cualquier especialista de una película de acción. Pero, en fin, cuando elegimos nuestra profesión, ya sabemos que nos entregamos a ella “en la salud y en la enfermedad”. Como se suele decir: la mejor forma para no ponerse nunca enfermo es hacerse autónomo…
Immer wieder unterhaltsame und wahre Worte! Neben dem “Soundtrack eines Übersetzers” definitiv mein bisheriger Alemol-Favorit! 🙂
Danke, Judith, das freut mich sehr!! 🙂
Amén! 😉
jeje, gracias, Noema 🙂
No soy traductor, André, pero mi novia Tanja – y eso me suena…
Sí, seguro que Tanja se habrá enfrentado a más de uno de estos peligros, ya que son bastante comunes…
Llorón 😛
Hola, Álex…
Hola André!!!
Es que de verdad, que post más llorón 😛
Realmente, muchas de las cosas que dices se pueden llevar a un montón de profesiones.
Saludos
Sé que te has estado portando bien y sin insultar mucho tiempo, así que te perdono este comentario chungo y el haberlo escrito desde el anonimato, Álex García.
Sí, es cierto que es un post llorón, pero los autónomos somos así… ¡Saludos!
André!!
No panic! Yo vengo a defenderte y darte ánimos: los traductores me dais mucha envidia (cochina no, de la sana 🙂
Porque domináis a la perfección un montón de idiomas, con todas las ventajas que ese hecho conlleva.
Porque sois polifacéticos, ya que podéis ser cada día o en cada proyecto alguien distinto: un día ingenieros, otro diseñadores de cómics, otro diseñadores automovilísticos,…
Porque, con vuestro trabajo, ayudáis a que alguien pueda triunfar con el suyo, llegando a ciudadanos de un país que ni siquiera a llegado a visitar.
Por todo esto y mucho más deseo que os sintáis orgullosos de vuestro trabajo y que os respeten como os merecéis.
Un saludo desde Deutschland*
🙂
Olé, Elisabet, qué alegato más bonito a fravor de nuestra profesión, ¡muchas gracias!
Y sí, sin duda tiene más ventajas que desventajas, e incluso con riesgos y encargos a vida y muerte, no la cambiaría por nada 🙂
Un abrazo desde Spanien,
André