Paciencia, agua y crema solar

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Ayer pude disfrutar de una nueva experiencia con la Justicia española, que sigue siendo toda una incógnita para mí. Me habían llamado para interpretar en un juicio en Vinaroz y, aunque ya estoy acostumbrado a las esperas, esa mañana establecí un nuevo récord personal. El juicio anterior al nuestro se prolongó de tal manera, que nos tocó esperar 2,5 horas. A la espera se sumó que la sala de espera del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción N.º 5, ubicado en un bajo cercano al Palau de la Justicia porque éste se había proyectado demasiado pequeño, tenía aproximadamente el tamaño de un ascensor de hotel, por lo que tuvimos que esperar en plena calle (o plaza, en este caso). El sol subía, y las sombras y los temas de conversación se desvanecían. Cuando por fin nos tocó entrar, la falta de una prueba crucial hizo que se suspendiera el juicio de inmediato, por lo que salimos de nuevo a la calle tras cinco minutos en la Sala de Vistas (que de “vistas” no tenía nada, ya que una persiana tapaba los ventanales).

Por cierto, ya sé por qué tienen fama los langostinos de Vinaroz: claro, somos los guiris, rojos del sol y de la ira frente a la justicia. Y sí, “frente a la justicia” a veces se debe entender de forma literal, porque realmente cuesta entrar…

Conclusión: si vas a un juicio en España, más vale que lleves los tres ingredientes mencionados en el título para no acabar completamente quemado…

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