Este semana me habían pedido que asistiera a un juicio en calidad de intérprete, un juicio que no se celebró, como suele ser habitual. ¿Por qué no? En España, las partes y sus letrados se citan en el pasillo antes de que empiece la vista para ir discutiendo hasta llegar a un término medio igual de (in)satisfactorio para ambas partes, con el que termina la causa en el último momento. Claro que el intérprete tiene que trabajar igualmente cuando se negocia si “fulanita no sólo recibe 1.000 euros sino también se puede quedar con el gato”.
Hace unos años, yo mismo me sentí obligado a tomar medidas legales, cuando –como acreedor que era– ya no creía poder llegar a un acuerdo amistoso. Tras dos años de reclamaciones de pago por e-mail, teléfono y fax, mi caso terminó ante el juzgado. Sí, correcto, ante el juzgado, ¡no en el juzgado! Al parecer, mi cliente moroso había esperado hasta el último momento que yo me rindiera, y no accedió a un acuerdo hasta llegar a la puerta de la sala de audiencia – ¡cinco minutos antes de que comenzara el juicio! Como ya he ido observando (en calidad de intérprete) en las mismas fechas de las vistas, el regateo en el pasillo del juzgado forma parte de la cultura judicial española, aunque, por experiencia, a los mandantes alemanes les parece más bien una especie de bazar…
¿un bazar? ¿en España? ¡imposible! con lo formales que somos… y productivos, además.
[…] Besonders hartnäckige schwarze Schafe, die selbst dann noch auf stur schalten, haben es nicht anders verdient: In über zehn Jahren als selbstständiger Übersetzer und Dolmetscher habe ich mich zweimal gezwungen gesehen, ein Mahnverfahren einzuleiten. Das Erste endete mit einem gütlichen Vergleich auf dem Gerichtsflur, fünf Minuten vor Beginn der V…. […]