¿Sobran las palabras?

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A veces sólo son unas palabras cortas, otras veces frases enteras que introducimos en nuestro habla sin darnos cuenta y que nos salen (demasiado) fácil y a menudo. Bien sea a nivel dialectal, coloquial o bien en el lenguaje estandarizado, casi todos usamos muletillas, coletillas o frases hechas cuando hablamos. Desde un punto de vista retórico no tienen importancia, ya que, a menudo, no significan nada o sólo sirven de relleno. Especialmente populares son las llamadas partículas interrogativas, con las que nos queremos asegurar de que nuestro interlocutor realmente nos ha entendido. En algunos dialectos alemanes, por ejemplo, se añade al final de la frase “gell(e)?”, “ne wahr?”, “ne?”, “weißt du?” (todos significan más o menos “¿vale?”, “¿de acuerdo?” o “¿sabes?”) , y en alemán de Suiza se escucha con frecuencia “oder?” (“¿o no?”).

En castellano también existen muchas de estas partículas, como “¿sabes?” o la versión larga “¿sabes lo que te quiero decir?”, o también “¿vale?” o “¿de acuerdo?”, que prácticamente presuponen que el interlocutor está de acuerdo. Esas palabritas son como la sal en la sopa, pero está claro que uno también se puede pasar con la sal. Igualmente, al hablar, se nos puede ir la “lengua” con estas expresiones, por lo que a veces hablamos mucho sin decir nada. Así le pasa, por ejemplo, a la conocida ex de un torero que no para de aparecer en los medios, repitiendo hasta la saciedad “¿me entiendes?” al final de cada frase. Pero, a decir verdad, no es que hubiera nada que entender en lo que dice…

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